viernes, 5 de septiembre de 2008

ESTAMOS HARTOS DE TANTA VIOLENCIA Y CORRUPCION

POR AVE
Estamos peor que nunca ,hay algo muy obscuro que todos los que tiene el poder lo saben menos nosotros,porque esas muertes?? Y tantas??? Y salvajemente asesinados con todo y familias, no son normales...y a diestra y siniestra en todo Mexico... se esta creando un ambiente de miedo e inseguridad insoportable entre la sociedad,somos rehenes de la violencia y nadie hace nada por nosotros. No creemos en las autoridades y que grave es esto. El Sr Procurador vino a dar un informe que ha todos nos dejo boquiabiertos, cifras y mas cifras y que le vamos ganando a los malos, y lo peor al entrevistarsele dijo ;que se iba a poner peor, hasta parece que antes hablo con Reyes, porque hablan de lo mismo, sin ninguna solucion y si de agudizarse mas el problema . Mas todavia??? Que consuelo entonces... A quien combaten ??? Que ni sabia el estado tan grave de inseguridad en la que estamos viviendo en Chihuahua y eso sin citar,a las demas ciudades que andan por las mismas, hasta parecia que venia de marte, la cara le cambio al decirle que ya teniamos esa mañana 4 ejecutados sin contar con los 2 de la noche y los que aparecieron muertos en la madrugada ...la policia y los militares les estan haciendo cosquillas al hampa. Tal parece que ellos, los sicarios o como quieran llamarlos, si saben lo que hacen , estan coordinados...se rien de «las autoridades» y siguen dandoles a los cipoles y a los soldados el trabajito de contar los casquillos percutidos y que acordonen la zona de la muerte para que desquiten el sueldo.

Hasta la fecha no hay responsables de la masacre en Creel , apenas estan fabricando los chivos expiatorios, ese trabajito se lo esta aventando la procu «Paty la fashion sonrisal» pues hasta cuando la retratan detras del muerto ,sonrie...y se acomoda su pelo forzosamente rubio y planchado. Puro censo de ejecutados, casi le pegamos al record Guinnes, pero de los asesinos capturados nada, que raro no??Hasta parece que los protegen... En el momento que empiecen a caer cabezas grandes protectoras de los narcotraficantes ,los que les lavan la lana, los que les permiten el libre acceso de armas y que sus crimenes queden impunes,hasta entonces podremos decir que estan haciendo algo contra ellos... Mientras, solo les estan pegando a los piojosos que se quisieron hacer ricos de la noche a la mañana.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

VIOLENCIA Y DESESPERACION


Javier Sicilia
APRO
Es legítimo que frente al incremento de la violencia y sus prácticas más atroces, la sociedad se subleve exigiendo al Estado cumplir una de sus funciones prioritarias: la seguridad. Lo que sin embargo alarma es que ese clamor esté acompañado de signos de desesperación que buscan en el restablecimiento de la pena de muerte –el endurecimiento extremo de las penas judiciales– la solución a un problema cuyas razones están en otra parte.

Implantar la pena de muerte, además de que nos llevaría a hacer lo que hemos reprochado a los estadunidenses, restablecería en nuestro país una práctica bárbara que ni siquiera cuando fue pública disminuyó el crimen. Arthur Koestler, en su alegato contra la horca en Inglaterra, mostró con sólidas estadísticas que de 10 condenados a muerte ocho habían asistido al menos a dos ejecuciones públicas antes de cometer sus crímenes.

Mucho más sana es la propuesta de sanear la policía y exigir a los jueces que apliquen sin cortapisas las leyes que tenemos.

Ciertamente esta práctica, ajena a la ya larga tradición de corrupción que caracteriza a nuestro país, bastaría, si no para erradicar el crimen o inhibirlo, sí para disminuirlo. Aplicarla –es lo mínimo que una ciudadanía debe exigirle a un Estado– sería ya un gran paso. Sin embargo, ese paso, si no se empieza por castigar a quienes dentro del gobierno o de los poderes empresariales cargan ya con crímenes claramente documentados y públicos –pienso en Ulises Ruiz, en Mario Marín, en Kamel Nacif, en los Fox, en los hijos de “la señora Marta”, en Juan Camilo Mouriño, etcétera–, no servirá de nada. La impunidad del poder alienta la impunidad del crimen, cuya fuerza se basa también en el poder. Mientras la justicia no empiece por la casa, de nada valdrá la desesperación de una ciudadanía que clama en las calles y en los medios su indignación por la violencia que la asecha. San Agustín lo dijo hace 17 siglos con la clarividencia de la sabiduría: “Un Estado que no se rige por la justicia se reduce a una banda de ladrones” que termina por incrementar la violencia que quiere combatir.

El mensaje que el Estado y los poderes que lo custodian lanzan cada día a la ciudadanía es, por desgracia, un mensaje de impunidad y de violencia, no de legalidad y legitimidad. Cuando lo que importa es la conquista del poder por cualquier medio –el cuestionado triunfo de Calderón, las corrupciones en las elecciones del PRD, la ausencia de ética en las contiendas políticas– y ese triunfo se convierte en valor; cuando quien está en el poder y delinque, lejos de ser castigado es protegido; cuando el fin supremo es el dinero que permite participar de un consumo infinito que día tras día se elogia en los medios como la fuente de la alegría y del placer; cuando la competitividad y el éxito, no la solidaridad y la fraternidad, son el motor de la educación y de la vida pública; cuando el darwinismo social –expresado en los grandes magnates publicitados por revistas como ¡Hola! o Quién, en las estrellas de las cadenas televisivas, en los anuncios comerciales– es el paradigma del bien; cuando los políticos y los grandes empresarios ganan mil veces más que un trabajador que para sobrevivir invierte 12 horas diarias de su vida sin ninguna esperanza de escapar a la enajenación del trabajo; cuando los seres humanos y la naturaleza son reducidos a “recursos humanos” y a “recursos naturales”, es decir, a objetos explotables para la producción; cuando el trabajo honrado –en el caso de que se pueda acceder a él– es sólo un sistema de explotación donde la mayoría de los trabajadores percibe un sueldo que ni siquiera alcanza para reproducir su fuerza de trabajo; cuando la violencia se elogia como la única vía para combatir la violencia; en síntesis, cuando la vida social se delinea sobre el poder y el dinero, no sólo la justicia es imposible, sino que el crimen se vuelve una fuente fácil de ejercerlo y obtenerlo. Esos dos valores que el Estado privilegia se han convertido en los ídolos a los cuales hay que sacrificar a las personas y a la nación, sea de manera legal o ilegal.

Herederos de tres de los peores males: el poder, el dinero y el consumo sin límites, el Estado y el crimen organizado retroalimentan la violencia. Uno y otro, al hacer del poder y el dinero el cubo donde gira la rueda social, han abierto las puertas a la injusticia, al crimen y a la desesperación, que ya no clama por la justicia, sino por la venganza, una forma más de esa espiral de violencia en la que día con día nos consumimos.

Lo que proclama el egoísmo sagrado de las sociedades modernas es la aspiración del ser a emanciparse del amor y de la sabiduría. Porque la sabiduría y el amor –dos principios que no pueden existir sin la pobreza, sin el límite al consumo y a la productividad sin sustancia, sin el reconocimiento del otro como la fuente de la vida, sin la renuncia al yo y a sus deseos– son una vocación indeseable, que trae cargas difíciles de llevar, el país oscila entre dos polos: el del crimen legalmente custodiado y auspiciado por el Estado, y el del crimen abierto a todas sus posibilidades de las organizaciones delictivas. Entre los dos, los ciudadanos desesperamos y no hallamos la justicia.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca. l