martes, 18 de agosto de 2009

EL DEMAGOGO AL DESNUDO

El demagogo al desnudo
ÁLVARO DELGADO
MÉXICO, D.F., 17 de agosto (apro).- Cuando no se ha cumplido ni la mitad del sexenio, y a dos semanas del tercer Informe de Gobierno, es fácil entender por qué Felipe Calderón ordenó borrar todo vestigio de sus promesas de campaña: En un país ensangrentado, económicamente en quiebra y roto socialmente, en el desfiladero, no hay un solo dato del que pueda ufanarse.

Ni siquiera Vicente Fox, que fue una nulidad y sigue siendo un fardo presupuestal para el país con su sueldo vitalicio, hizo lo que Calderón: Mandar cancelar la página de internet de su campaña y disponer que en la del Partido Acción Nacional (PAN) desapareciera todo discurso comprometedor.

Todo para evitar el escrutinio de sus ofertas y el cotejo entre lo que ofreció y la atroz realidad.

El objetivo era muy claro: Apostarle a la amnesia de los ciudadanos. Porque, al cabo de casi la mitad de su gestión, no le queda ni vergüenza.

"Felipe Calderón es el candidato de las propuestas y será el presidente de las soluciones", anunciaba la propaganda en el inicio de la etapa "de contraste" contra Andrés Manuel López Obrador, en marzo de 2006, que en realidad significó el inicio de la miserable campaña de envenenamiento social.

Decía Calderón, el 6 de marzo, en el hotel María Isabel Sheraton, de la Ciudad de México, sobre el relanzamiento de su campaña: "(será) una etapa precisamente entre la propuesta de futuro, un futuro con crecimiento y empleo que representa Acción Nacional, con la propuesta de pasado económico, de endeudamiento, de devaluación, de crisis económicas, que representa López Obrador".

Si ya lo había hecho desde enero, al inicio formal de la campaña, Calderón desplegó a plenitud la demagogia, es decir, halagó las aspiraciones de un sector de la sociedad y explotó también los prejuicios de otro para presentarse como el candidato del futuro, particularmente en el crecimiento económico y la generación de empleo.

Cualquier ciudadano con sentido común y medianamente informado, incluidos quienes son panistas o simpatizantes, concluye que Calderón es, sencillamente, un fracaso. Las propias cifras oficiales --desprovistas de cualquier tendencia o mala fe-- acreditan tan miserable realidad.

Vaya, hasta el propio Calderón podría deponer su arrogancia y sonrojarse ante lo que escribió en su libro El hijo desobediente, de 2006, y lo que ha sido su gestión. Aquí un fragmento:

"Imaginemos ahora el 2012. En mi último informe de gobierno hago un balance de seis años muy intensos. Hay, desde luego, enormes desafíos y retos por enfrentar, pero también evidentes logros que se pueden constatar. Resumo los principales. Cuando asumí la presidencia de la República había unos 50 millones de pobres y 22 millones en pobreza extrema. Hoy hay 35 millones de pobres y 10 millones en pobreza extrema.

"Se ha librado una batalla frontal contra la inseguridad; se ha depurado el Ministerio Público y las policías federales, y hemos encontrado colaboración en algunos estados para depurar los cuerpos policíacos locales; tenemos una policía integrada por elementos de reconocida solvencia moral, que son respetados en sus comunidades y cuyo desempeño vigilan cotidianamente los ciudadanos; ganan un salario digno, son profesionales y saben que van a tener también un reconocimiento digno; por ello hemos bajado los índices de delincuencia considerablemente.

"México es un país de leyes, un país de plena certidumbre, no sólo en los niveles de convivencia sino en la vida económica. El flujo de inversión ha permitido que los últimos tres años hayan sido los de mayor crecimiento económico en la historia contemporánea del país. Por ello se ha cumplido la meta de crear un millón anual de empleos…

"México está mejor que antes en términos de varios indicadores. En 2006 México tenía el lugar 79 en el Foro Económico Mundial de Davos en términos de credibilidad, legalidad, estado de derecho, independencia de los jueces, seguridad pública; hoy ocupa el lugar 35. Falta mucho por hacer, pero evidentemente los pasos que hemos dado nos consolidan como una nación segura para vivir y para invertir, y eso nos ha ayudado a mejorar las condiciones de vida…"

Puede decirse que tiene todavía tres años para concretar estas ofertas, pero él mismo sabe que ni siquiera es seguro que las cumpla…

Apuntes

Eso sí, vienen nuevos impuestos para el hartazgo de la opulenta burocracia que ese individuo encabeza…

domingo, 16 de agosto de 2009

VIOLENCIA DESATADA EN MEXICO

JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Paramilitares, grupos de autodefensa, guardias privadas y comunidades armadas surgen por todo el país ante una ola de violencia criminal inédita que ha puesto a México al borde de una explosión social. Ese es el resultado de la fallida estrategia de seguridad pública de la administración de Felipe Calderón, señala Arturo Alvarado, integrante de El Colegio de México y quien coordina una amplia investigación al respecto, de la que Proceso da cuenta en exclusiva. Lo peor, advierte el académico, es que el Ejército ocupa cada vez más espacios de poder, "a sabiendas de que está ante un conflicto real, no sólo de narcotráfico, sino en el largo plazo con la población".

Desde los años inmediatos a la Revolución y a la guerra cristera, México no vivía una violencia homicida como la que ahora padece.

Incontrolables desde hace tres años, las muertes violentas por ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, decapitaciones, tortura y otras expresiones anteriores, pero continuas, como los feminicidios, han desbordado al Estado mexicano.

Ante los altos índices de violencia, son cada vez más los investigadores y especialistas de todo el país que buscan explicar no sólo la violencia del narcotráfico y la reacción punitiva del Estado; también la respuesta violenta que está dando la sociedad.

Al igual que Somalia, Haití, Brasil y –en su momento– Colombia, en México son cada vez más las organizaciones paramilitares, los grupos de autodefensa, las guardias privadas (nacionales y extranjeras) y las comunidades armadas.

"El Estado mexicano ni estaba preparado ni previó que todo esto podía pasar", dice el doctor Arturo Alvarado Mendoza, integrante del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México (Colmex), en una entrevista en la que resume los resultados de un amplio trabajo de investigación coordinado por él mismo y que, patrocinado por el Colmex, comenzará a circular en breve en forma de libro. Se intitula ¿Hacia la seguridad nacional? Seguridad nacional y seguridad interior en el siglo XXI, del que Proceso ofrece adelantos sustanciales en la presente edición. (Ver recuadros).

En la investigación participaron Sergio Aguayo Quezada, Miguel Ángel Castillo y Mónica Serrano, del Colmex; Jorge Chabat, Froylán Enciso y Carlos Montemayor; José Luis Piñeyro, de la Universidad Autónoma Metropolitana; Mónica Toussaint, del Instituto Mora; Javier Treviño Rangel, candidato a doctor por la London School of Economics, y el investigador brasileño Jorge Zaverucha, además del propio Arturo Alvarado Mendoza.

Doctor en ciencias sociales con especialidad en sociología, Alvarado ha estudiado las expresiones de violencia en la sociedad mexicana, sobre todo desde la llegada del Partido Acción Nacional a la Presidencia de la República, y en especial la registrada en "la guerra" de Felipe Calderón contra el narcotráfico.

Señala que más de 14 mil muertos en lo que va del sexenio, un número creciente de desaparecidos y los cada vez menos inusuales hallazgos de cementerios clandestinos expresan los niveles de violencia a los que ha llegado el país. Prácticamente no hay estado que se salve. Si no son feminicidios, son ejecuciones entre narcotraficantes, enfrentamientos de las fuerzas federales con la delincuencia organizada, asaltos a comunidades por parte de milicias u homicidios de todo tipo.

"Estamos en una era de violencia criminal inédita, producida tanto por bandas delincuenciales como por las intervenciones militares y policiacas del gobierno federal", sostiene el académico, cuyas áreas de estudio abarcan seguridad pública, justicia y estado de derecho; parte de sus investigaciones las ha realizado en instituciones de Estados Unidos, Japón y Francia.

Este es un extracto del reportaje principal que publica la revista Proceso en su edición 1711 que empezó a circular este domingo 16 de agosto.

viernes, 14 de agosto de 2009

Carmen, la historia de una agresión impune

SARA LOVERA
MEXICO, DF, 13 de agosto (apro).- Carmen Santiago Hernández, una joven periodista de 35 años quien decidió terminar su relación con Ramón Rubén Mora Peralta, profesor de Educación Física, fue castigada con dureza, golpeada hasta la saciedad el 25 de julio pasado, por ese individuo. Su vida peligra.

El diagnóstico: traumatismo craneoencefálico y edema que produjo infarto cerebral y desprendimiento de masa encefálica. Al momento de escribir estas líneas, Carmen está en coma inducida para ver si logra reaccionar y vivir.

Ramón Rubén Mora Peralta, detenido tardíamente por el Ministerio Público, investigado a bote pronto, fue liberado a las cinco de la tarde el viernes 7 de agosto con una fianza de 80 mil pesos. La investigación elaborada en 72 horas cumplió rigurosamente con el término constitucional, pero estuvo torcida.

Eso vale para las autoridades policiacas de Guerrero la vida de Carmen Santiago; el presidente municipal de Chilpancingo, Héctor Astudillo Flores, le extendió al delincuente una carta de hombre pobre y, de 120 mil, le bajaron a 80 mil pesos esa fianza.

Los motivos de la liberación de Mora Peralta son indignantes. En Guerrero lesiones graves, privación ilegal de la libertad y no cuidados a la salud en momentos de una vida en peligro, no son considerados delitos graves, por tanto quien los comete tiene derecho a fianza. Para el caso tampoco existe el arraigo.

Es decir, en Guerrero no se protege a las personas de los atentados de homicidio, no se investigan los hechos a fondo y no se considera el tamaño de la violencia contra las mujeres, a pesar de los discursos, la firma de acuerdos, los millones de pesos invertidos en promover, extender, ampliar, diagnosticar leyes y alertas.

Nada sirve si debajo de tan preciosos deseos hay fango, corrupción, indolencia, machismo e indiferencia social y gubernamental.

Mientras el golpeador era liberado, el gobernador Zeferino Torreblanca, en ceremonia espléndida en Acapulco, celebraba la firma de un Acuerdo Estatal por la Igualdad de las Mujeres y los Hombres, acuerdos que promueve por toda la República el Instituto Nacional de las Mujeres (INM), de modo que quede claro que aquí no hay discriminación.

Mientras Carmen era sometida al coma inducido, en Acapulco, ese primigenio y conocidísimo puerto de diversión, se departía felizmente porque el estado de Guerrero se sumaba a la igualdad entre hombres y mujeres. En Guerrero, donde el feminicidio no es grave, donde golpes que te pueden llevar la vida, no son graves, en fin.

Lo más grave es que Carmen Santiago Hernández es empleada de la dirección de Comunicación Social del gobierno de Torreblanca Galindo y él fue informado de los hechos muchos días antes de la fiesta en Acapulco.

A pesar de ello, nadie vigiló que se cumpliera simplemente con la ley, con el derecho: ser atendida en el ISSSTE, contar con la seguridad hospitalaria y hacer una limpia y profunda investigación policiaca.

Por el contrario, Mora Peralta, su expareja, pudo manipular la situación. Sacó a Carmen del hospital en complicidad con el director del ISSSTE de Guerrero, para ocultar su brutalidad. La retuvo en una casa, sin atenderla, en horas preciosas para la vida de Carmen, y sólo por la intervención de sus colegas periodistas fue rescatada y, finalmente, enviada a un hospital de tercer nivel de la Ciudad de México.

En tanto se hacían averiguaciones judiciales, lentas y tortuosas. La fiscal especializada para la Investigación de Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar, Dominga Chávez Pineda, a pesar de las charlas, talleres y su segura convicción sobre los derechos de las mujeres, no pudo elaborar un expediente ligado a los convenios y convenciones internacionales que obligan al estado de Guerrero a enviar a un juicio sin libertad al victimario, con todas las garantías, pero con el probable culpable ahí, físicamente presente para ser juzgado.

Ahora que ni la fiscalía ni la Secretaría de la Mujer pudieron hacer algo, Mora Peralta formalmente tendrá un juicio en libertad. Todas y todos sabemos que muy pronto se dará a conocer que se dio a la fuga y que los tribunales solamente acumularán el expediente en su voluminoso archivo de pendientes sin solución.

La vida de Carmen, la de su pequeño hijo de 5 años ahora en custodia, el abandono de su padre anciano y enfermo de quien ella es la responsable y que estuvo más de doce días sin cuidados estatales, porque dijeron no hay lugar en el DIF ni en ninguna parte, penden de un hilo.

Como la de ella, miles. De todas las que no nos enteramos, de los pasillos burocráticos, indiferentes y sin vigilancia, de una justicia de género que solamente está en los discursos, en las agendas, en los foros o en los presupuestos –siempre ínfimos-- estatales, federales e internacionales, sin resultado.

Me pregunto qué hacen las autoridades de género, los institutos, las fiscalías, las investigaciones millonarias, los recursos para enderezar a policías y jueces que manejan los institutos de las mujeres, que reparten "talleres" como hace años, se trata de números, porque se realizan al 'ahí se va', sin información, sin profundidad, sin seguimiento, sin verdadera convicción.

Durante años deseamos muchas leyes y muchas instituciones. Diagnosticamos la violencia contra las mujeres, elaboramos perfiles, y todavía una Secretaría, la primera, la única, de la Mujer en Guerrero.

Lo que hay en la actualidad es una fiscal sin formación ni convicción necesaria, genérica; un grupo de aguerridas feministas en Guerrero, sin capacidad de alianza y cercanía para lograr la defensa de las mujeres; un gremio, el periodístico, que dio toda su solidaridad e invirtió todo su empeño.

Un esquema doloroso. Porque el caso de Carmen no es único y los estudios e investigaciones no son referentes para las políticas públicas ni les importa a los políticos misóginos, se trata sólo de simular, de firmar convenios y convenciones, pero no de hacer justicia.

Si otra cosa fuera el caso de Carmen, no sería tan tremendamente insultante y gigantesco para nuestra inteligencia. Nos tendría que llevar a revisar dónde estamos. Qué estamos haciendo respecto de la violencia contra las mujeres; tendríamos que ir a exigir que cese el contenido vil de los medios de comunicación, pero ahí, donde se discute la ley, donde los prohombres y mujeres preocupados por la libertad de expresión, son también omisos y misóginos, siguen viendo a las mujeres como madres y prostitutas, no como lo que valemos; tendríamos que revisar los millones invertidos en spots que no borran todo lo que está atrás.

Las legisladoras tendrían que dejar de hacer tanto tango y buscar simplemente que las leyes nacional e internacional se cumplan, tendríamos que invertir los millones en cosas concretas, en vigilar y en formar, no "tallerear" al personal.

LA IGLESIA PAQUIDERMICA

JAVIER SICILIA
Hay, entre todas las frases fundamentales del Evangelio, una que a lo largo del tiempo ha sido una de las piedras de tropiezo de la Iglesia: “La verdad los hará libres”. El problema no radica en su condición de Iglesia –de asamblea, de pueblo de Dios, de cuerpo místico de Cristo, de depósito de la fe–, sino en su carácter de institución, es decir, de una enorme empresa administrativa no distinta a la General Motors, al Estado o a la estructura de un partido.
Una Iglesia así –cuyos inicios administrativos se remontan al siglo IV, cuando se volvió imperial, y cuya estructura ha sido modelo de las instituciones seculares– está, como toda institución que busca conservarse, condenada a la traición. Cuando se quiere mantener el poder es imposible no llegar a la mentira; cuando sólo se cultiva un discurso de bondades, se llega a la complacencia.
Por gracia, otra afirmación evangélica, lanzada contra los fariseos y que tiene que ver con esa misma verdad –“Nada hay encubierto que no se descubra, nada oculto que no se divulgue (...) lo que digan de noche se escuchará en pleno día; lo que digan al oído en las bodegas se proclamará desde las azoteas” (Lucas. 12, 2)– ha venido a sacudirla. Desde hace ya varios años, los actos pederastas de algunos de los miembros de la Iglesia, las redes de complicidades para encubrirlos, sus alianzas antievangélicas (nada, entre todas las corrupciones de las instituciones del mundo, hace más odiosa a la Iglesia que las traiciones a la grandeza que custodia), han comenzado a brotar como un agua estancada de una cisterna rota y la han obligado a una autocrítica y a un proceso de purificación tan paquidérmico como la dimensión de su estructura burocrática –la más grande del mundo.
Los visitadores que Benedicto XVI mandó a la congregación de los Legionarios de Cristo –una continuación de las acciones que inició en mayo de 2006 cuando, aceptando por fin las acusaciones que pesaban sobre su fundador, suspendió a divinis a Marcial Maciel y quitó a los miembros de su congregación los “votos privados”– hablan de ese proceso.
El proceso, pese a lo paquidérmico, es encomiable: un acto de estricta justicia y caridad frente a una rama de la Iglesia cuyos escándalos han hecho más contra ella y el Evangelio que todos sus detractores juntos. Una pregunta, sin embargo, es pertinente: ¿Esa “visitación” llegará a lo que todas las instituciones llaman con una arrogante suficiencia “últimas consecuencias”, es decir, no sólo a destituir, como lo prevé Fernando M. González –el mejor biógrafo de Maciel–, a “la cúpula dirigente para que la nueva dirigencia se encargue de ir limpiando lentamente la institución” (Proceso 1708), sino a tocar las redes que desde el centro de los Legionarios llegan a obispos, cardenales, empresarios y altos prelados de la Santa Sede, incluyendo al Papa Juan Pablo II, y, a partir de allí, hacer, como lo guarda el corazón de la Iglesia, un acto de contrición pública y de petición de perdón?
Como hijo de la Iglesia, lo espero por nuestro bien, por el bien de los hombres de hoy que estamos necesitados más de gestos que muestren la verdad, que de discursos que hablen de ella. Pero también, como hijo de esa misma Iglesia, casta y meretrix, que conoce sus oscuridades y sus sótanos, sé, por desgracia, que no irá más allá de una recomposición maquillada. La razón no está en lo que su corazón resguarda, sino, como he dicho, en su condición institucional.
Desde que la Iglesia se volvió imperial puso un velo entre la radicalidad evangélica que –hay que decirlo en su descargo– ha custodiado durante 2 mil años y su accionar institucional. Ese velo la ha corrompido al grado de que ya no se diferencia, más que por el grado de esquizofrenia, de las instituciones modernas y seculares que salieron de sus entrañas. Con ello, la verdad evangélica, que ahora la hiere y le exige alcanzar su presencia, se ha ido oscureciendo. No podría ser de otra manera. Mientras la institución clerical pretenda que la Iglesia se hace por los hombres que la administran –seres, como todo hombre, imperfectos, pequeños, caídos, necesitados del acogimiento y el perdón de los otros–, será como todas las instituciones, el rostro de una prostituta, cuyos oscuros comercios tratará siempre de disfrazar bajo el maquillaje de la decencia. Sólo cuando aprenda que a ella la hace su Señor: un Dios que se hizo pobre, una pobreza de carne que siempre es rescatada por la confianza; cuando aprenda que ella no es el cuerpo del César ni de sus poderes a los que hay que servir devotamente, sino el del Jesús desnudo –ese que en sus mejores hombres está en las cabeceras de los agonizantes, en la lucha por la justicia, en las chabolas, entre los apestados, los despojados, los humillados, entre aquellos que no hacen alianzas con el poder y están dispuestos a hablar con la verdad que siempre duele, pero que después consuela–, el del Jesús vuelto miseria, en cuya debilidad habita otra medida: el amor, entonces habrá renunciado a ser una institución, pero habrá ganado la sencilla grandeza de los que no temen la libertad de los hijos de Dios.
Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.