martes, 21 de septiembre de 2010

el cartón de la semana

UNAM centenaria, la razón sobre la infamia


UNAM centenaria, la razón sobre la infamia
Álvaro Delgado



MÉXICO, DF, 20 de septiembre (apro).- Pasados los dispendiosos y pueriles festejos oficiales del Bicentenario de la Independencia, cuyo colofón glorificó la traición que simboliza Benjamín Argumedo en el monigote alzado frente a Palacio Nacional, donde Felipe Calderón honró a Carlos Salinas, hay una razón para el regocijo: Se cumple el primer centenario de la Universidad Nacional, fundada por la genialidad de Justo Sierra para “mexicanizar el saber”.

Fue al final de su agónica dictadura, el jueves 22 de septiembre de 1910, cuando Porfirio Díaz erigió, en solemne ceremonia, a la Universidad Nacional de México, lo que representó el colofón de los festejos del primer centenario del inicio de la gesta independentista, que fueron y son inmensos si se contrastan con los que coordinó el presidenciable Alonso Lujambio.

Para lucirse ante los visitantes de las fiestas del centenario, Díaz se planteó construir edificios suntuosos como el Palacio de las Bellas Artes, la casa de Correos, el ministerio de Comunicaciones --hoy sede del Museo Nacional de Arte (Munal)--, la penitenciaría de Lecumberri –actual Archivo General de la Nación--, la Escuela Normal de Maestros --antiguo Colegio Militar de Popotla--, el proyectado como palacio legislativo --que es el monumento a la Revolución-- y, por supuesto, el monumento a la Independencia.

Pero, sin duda, la obra cumbre de esas celebraciones y su gestión antes de su exilio por la insurrección revolucionaria que estalló el 20 de noviembre de 1910 fue la creación de la Universidad Nacional que, en 1929, obtendría su autonomía y a partir de entonces se llama Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La creación se debe a Justo Sierra, quien como ministro de Instrucción Pública de Díaz logró que en mayo de 1910 fuera aprobada la ley constitutiva de la nueva institución, pero la idea embrionaria la había presentado tres décadas antes, en 1881, cuando era diputado, aunque entonces no tuvo éxito.

Los ejes de la institución expuestos por Sierra ante los diputados son tan vigentes como entonces, como el separar los intereses políticos del campo académico, un paso previo precisamente a la autonomía de la que goza la UNAM.

“La enseñanza superior no puede tener, como no tiene la ciencia, otra ley que el método”, postulaba, aunque aclaraba que el Estado no podía desentenderse de sus obligaciones en el financiamiento de la institución.

“La Universidad Nacional (…) será la encargada de dictar las leyes propias, las reglas propias de su dirección científica; y no quiere decir esto que el gobierno pueda desentenderse de ellas, ni impedir que lleguen a su conocimiento, ni prescindir, en bien del Estado, del derecho de darle su aprobación última. Por ello, a no ser en lo que entrañe una reforma de las leyes, será excepcional…”

El segundo eje fundamental que Sierra presentó a los diputados para convencerlos de crear la institución universitaria fue el carácter laico que debía sustentar en su programa académico, sobre todo porque en 1865 se había suprimido la universidad por su alianza con los sectores conservadores y contraria a los fines liberales y republicanos de la facción política que triunfó en 1867.

“Una universidad es un centro donde se propaga la ciencia, en el que se va a crear la ciencia; ahora bien, señores diputados, la ciencia es laica, la ciencia no tiene más fin que estudiar fenómenos y llegar a esos fenómenos últimos que se llaman leyes superiores. Nada más; todo lo que de esta ruta se separe puede ser muy santo, muy deseable, pero no es ciencia; por consiguiente, si la ciencia es laica, si la universidad se va a consagrar a la adquisición de verdades científicas, deben ser, por la fuerza del mismo término, instituciones laicas.”

Sierra logró aprobar la creación de la Universidad Nacional de México y en una ceremonia solemne, que este miércoles 22 cumple cien años, si bien reconoció la naturaleza histórica y el papel de la anterior universidad, que nació en 1551, expuso el carácter renovado de la nueva institución académica:

“Me la imagino así: Un grupo de estudiantes de todas las edades sumadas en una sola, la edad de la plenitud intelectual, formando una personalidad real a fuerza de solidaridad y de conciencia de su misión y que, recurriendo a toda fuente de cultura, brote de donde brotara, con tal de que la linfa sea pura y diáfana, se propusiera adquirir los medios de nacionalizar la ciencia, de mexicanizar el saber.”

Al cumplir una centuria de su fundación, cuyos festejos estarán encabezados por el actual rector de la UNAM, José Narro, es preciso que, además del júbilo que implica para los formados en esta institución la efemérides, se haga una valoración sobre la condición que tiene en el México actual y su prospectiva como motor del desarrollo nacional.

La UNAM cumple un siglo en momentos infaustos, donde gobierna la barbarie y parece cancelada la perspectiva de desarrollo para dos terceras partes de los mexicanos, un escenario que exige de los universitarios ejercer su liderazgo en la sociedad y que la institución misma enarbole las causas de ésta.

La UNAM debe acreditar, con hechos, que no es capaz sólo de formar profesionistas que sirvan a sí mismos en un marco de libertad de cátedra e investigación, que defiendan la pluralidad, la tolerancia y la razón, sino que sean capaces de asumir un contundente compromiso social, como en las transformaciones de las décadas de los sesenta y setenta.

Hace un siglo, esta universidad tenía apenas mil 969 alumnos y ahora son más de 300 mil inscritos en 82 campos del conocimiento científico, artístico y humanístico, un ejército de muchachos que deben enarbolar algo que el poder político escamotea: El nivel cívico y cultural de la sociedad, pero también su fervor patrio...



Apuntes



El asesinato del joven fotorreportero Carlos Santiago Orozco y las graves lesiones a Carlos Manuel Sánchez Colunga, ambos de El Diario de Ciudad Juárez, no motivó a Calderón emitir siquiera un boletín para dolerse de tal embate criminal, acontecido el miércoles 16, cuando vivía la cruda de la noche del Grito, una conducta que contrasta con los afanes propagandísticos que exhibió tras el secuestro de un grupo de periodistas en Gómez Palacio, Durango, el 26 de julio. Llegó a un extremo inusitado: El sábado, pasadas las siete de la mañana, hizo que su mujer, Margarita Zavala, lo comunicara, desde el lecho matrimonial, con Ciro Gómez, directivo del Grupo Multimedios, para darle la primicia de la liberación, que resultó en otro montaje de Genaro García Luna. Ahora, cuatro días después del crimen, manda a su vocero en seguridad, Alejandro Poiré, para decir que el móvil es de carácter personal. Por eso, de haber otra marcha de periodistas, debe ser con gritos de indignación y directamente a Los Pinos, el lugar que indebidamente habita ese individuo que, la noche del Grito, todo el mundo pudo ver que vestía pantalones de brincacharcos...

lunes, 20 de septiembre de 2010

¡VIVA SALINAS!

¡Viva Salinas!
John M. Ackerman
Del mismo modo en que Manuel Ávila Camacho traicionó el programa e ideario de Lázaro Cárdenas del Río para retornar al caciquismo de Plutarco Elías Calles, Felipe Calderón también se ha propuesto frenar el proceso de democratización y entregar el poder al más retrógrado cacique político del momento: Carlos Salinas. Andrés Manuel López Obrador agregó vivas” a “los héroes anónimos”, a los indígenas, a las mujeres, y a los jóvenes en su arenga desde la Plaza de las Tres Culturas el pasado 15 de septiembre. A Calderón, sin duda, no le faltaron ganas de colocar a Salinas junto a los héroes de la patria en su proclama desde Palacio Nacional.

Habría que discrepar del gran maestro del periodismo nacional, don Miguel Ángel Granados Chapa, cuando afirma que Ernesto Zedillo es “el ex presidente con quien más afinidades tiene el actual titular del Ejecutivo”. La comparación más adecuada no tendría que ser con el burócrata gris y corrupto de Zedillo, sino con el gobierno autoritario y represor de Salinas. Si Salinas eliminó la rectoría del Estado en la economía y transformó los monopolios públicos en oligopolios privados para beneficiar a sus amigos y prestanombres, Calderón hoy también beneficia amigos y familiares y auspicia una fantástica concentración de la riqueza nacional en pocas manos. Recordemos que Carlos Slim le debe la acumulación de su fortuna al gobierno de Salinas, y que hoy el millonario se ha convertido en el hombre más rico del mundo bajo el amparo de Calderón.

Si Salinas atacó a campesinos e indígenas con sus ominosas reformas para privatizar el ejido y vender el país con su tratado de libre comercio, hoy Calderón ha emprendido una verdadera cruzada anti-obrera contra electricistas, obreros, mineros, maestros independientes y más recientemente los trabajadores de Mexicana de Aviación.

Ambos presidentes comparten una vocación represora en contra de dirigentes sociales, toleran todo tipo de violaciones a los derechos humanos y solapan de forma cínica la impunidad y la corrupción. Ambos sexenios también se han caracterizado por un masivo derroche de recursos públicos para una populista propaganda gubernamental. Y como colofón ridículo de las coincidencias, las únicas dos ocasiones en que México ha “ganado” el concurso Miss Universo han sido precisamente durante los sexenios de Salinas y Calderón. La reciente condecoración de Rigoberta Menchú también trae a la memoria los hipócritas elogios que Salinas ofreció a la premio Nobel latinoamericana.

El delfín actual de Salinas, Enrique Peña Nieto, hoy se conduce con una gran soberbia al grado de imponer una contrarreforma electoral en el estado de México, reminiscente de aquella otra de 1989-1990 impulsada por Salinas. Con razón el ex presidente hoy celebra a Calderón: “Son tiempos de cambio. Me parece que han sido positivos”.
A pesar de las coincidencias, también existe una diferencia fundamental entre Ávila Camacho y Calderón Hinojosa. En la reunión histórica de los ex presidentes del 11 de septiembre de 1942, Ávila Camacho logró conciliar dos polos políticos, Cárdenas desde la izquierda y Calles desde la derecha, con el fin de demostrar la “unidad nacional” frente a la entrada formal de México en la Segunda Guerra Mundial. En contraste, la reunión del 15 de septiembre pasado convocó a dos ex presidentes, Salinas y Vicente Fox, que comparten una misma ideología y proyecto antipopular. Resulta evidente que la “unidad” que promueve Calderón no es una unión plural y diversa como la de antaño, sino solamente un “cierre de filas” entre la misma clase política de siempre, con la notable exclusión de la izquierda política. Aquí Calderón, una vez más, aplica la lección de su maestro de “no ver ni oír” a un amplio sector de la sociedad.

Entrevistado en Palacio Nacional, Salinas recuperó lo dicho por Ávila Camacho cuando este último declaró aquel 11 de septiembre: “Estamos aquí los de ayer y los de hoy; mientras estemos unidos, no habrá enemigo que nos derrote”. ¿Quién podría ser hoy el “enemigo” al que se refiere Salinas? ¿El narcotráfico? Difícil de pensar. ¿La corrupción? Imposible de creer.

Es evidente que el “enemigo” de hoy sigue siendo el mismo que con toda fuerza en las elecciones presidenciales de 1988 y de 2006 ha expresado su rotundo rechazo al neoliberalismo. El mismo enemigo que en ambas ocasiones tuvo que ser contenido con todo el peso de “las instituciones” y que desde la pasada década de los ochenta ha sido sistemáticamente excluido del desarrollo nacional: el pueblo de México. Es una lástima que Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo no llegaron al convite de Calderón el pasado 15 de septiembre, ya que hubiera sido magnífico observar reunidos en el mismo balcón a los responsables históricos del actual desastre nacional.

La sociedad no puede seguir tolerando el renovado activismo político del peor presidente que México padeció en el siglo XX. Como bien lo dijo Fox en su campaña presidencial, “con Salinillas ni al baño”, sólo que aquí Fox volvió a fallar: al menos ya fueron juntos a Palacio Nacional.

Alejandro Cisneros Espejel
Cito: "Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo no llegaron al convite de Calderón el pasado 15 de septiembre, ya que hubiera sido magnífico observar reunidos en el mismo balcón a los responsables históricos del actual desastre nacional". ¿Apoco los presidentes auto-denominados "nacionalistas" (Díaz Ordaz, Echeverría, JoLoPo) no tienen su parte de culpa? Recuerden que ellos fueron expertos en soltar al ejercito contra el pueblo, en desaparecer personas, en endeudar al país y también fueron maestros en la corrupción y el nepotismo. Yo NO olvido las horribles crisis de deuda de 1976 y 1982, el despilfarro petrolero de JoLoPo y sus lloriqueos, ni la hipocresía de Díaz Ordaz y Echeverría. Veo que no conviene recordarlos pues una parte de la izquierda actual fue cómplice de los crímenes de aquellos. Los neoliberales han sido una pesadilla terrible, pero los otros, a su modo, también arruinaron y humillaron a México. No lo olviden.Responder a este comentario

Qué tienen de sexy las mujeres arriba de los 50?


Qué tienen de sexy las mujeres arriba de los 50?


La confianza en sí mismas, su estilo, y muchas otras razones son las que hacen que muchos hombres se vuelvan locos por las mujeres de mayor edad.

Chelsea Kaplan

¿Qué es lo que tiene la mujer madura que la hace tan irresistible? A continuación, los chicos nos comparten sus verdaderos sentimientos ante las mujeres mayores de 50 años.

La confianza en ellas mismas

“Las mujeres mayores de 50 años comparten un sentimiento de autoconfianza que las más jóvenes no demuestran. Un porcentaje de esta confianza está relacionada con la edad. Para mí no existe razón alguna por la cual una mujer deba intentar ser como alguien más, o deba tratar de encajar en algún tipo de grupo social para que algún hombre la acepte. La autoconfianza es simplemente muy sexy, y las mujeres mayores muy probablemente lo demostrarán más que las mujeres jóvenes.” - Carl, 56, Nueva York, NY

Su mantenimiento de alto nivel. “¡Siempre hay que arreglarse y verse bien!”

“Sé que muchas personas piensan que está mal que una mujer mayor deba preocuparse por cómo se ve a su edad. Sin embargo, personalmente creo que no es algo tan malo. Muchas mujeres jóvenes andan por todas partes con la apariencia de recién haber salido de la cama, con el contorno de sus ojos hinchado y con su cabello hecho un desastre. No estoy seguro de por qué no les importa, pero simplemente eso no me llama la atención. Me encanta cómo las mujeres mayores en verdad se cuidan y quieren verse bien. Me vuelve loco el hecho de que una mujer tenga su cabello y su maquillaje en orden, y que porte algún vestido bonito. Para mí, eso resulta muy atractivo.” - Barry, 59, Rochester, NY

No sólo piensan en bebés

“Soy un lector nato, y nada me atrae más que una mujer que disfruta de discutir sobre libros y asistir a las lecturas, de igual forma que yo. Puede que sea solamente el tipo de mujeres que he conocido, pero honestamente creo que las mujeres mayores son mucho más propensas a la lectura que las mujeres, digamos, en sus 20’s, y muestran menos interés en sólo buscar revistas. Especialmente las revistas sobre celebridades, que son las que atraen de cierta forma a las mujeres más jóvenes.” - Jay, 52, San Francisco, CA

Su experiencia en la intimidad

“Muy probablemente una mujer arriba de los 50 sabrá cómo comportarse en tu cama, y más ante un cuerpo masculino. Creo que el arsenal de trucos de una mujer madura siempre sobrepasa a los de una mujer con la mitad de su edad. ¡Preferiría compartir una noche bajo mis sabanas con una mujer adulta, que con una mujer joven cualquier día!” - Sean, 36, Ft. Lauderdale, FL

No son mujeres tan materialistas

“Las mujeres mayores, que ya han estado en la fuerza laboral durante mucho tiempo, normalmente actúan con mayor seguridad ante su economía y sus finanzas que las mujeres más jóvenes que acaban de empezar a laborar en sus profesiones. Y como resultado, tienen un mayor enfoque en quiénes son realmente como personas. No me creerías si te digo cuántas mujeres jóvenes he conocido que solamente mostraron interés en mí por el auto que manejo. No hay nada menos atractivo que una busca carteras, y en mi experiencia, no hay muchas mujeres que sean así después de sus 50 años.” - Richard, 57, Reston, VA

Son conocedoras de arte y cultura

“La mayoría de las mujeres con las que yo he salido, que son mayores de 50 años, normalmente han valido la pena. Me han introducido a todo tipo de cosas interesantes: cómo seleccionar un buen vino, saber que es lo que se debe de apreciar más en una sesión de ópera, y cosas por el estilo. Siento que mis experiencias con ellas son mucho más interesantes y constructivas que las que tengo con las mujeres jóvenes. ¡Mis sentidos vuelven a florecer, y eso sí que es bastante bueno!” - Mark, 41, Quincy, MA

sábado, 18 de septiembre de 2010

Las consecuencias de la ilegitimidad


Las consecuencias de la ilegitimidad
Javier Sicilia



MÉXICO, D.F., 7 de septiembre.- La democracia en el México moderno ha sido tan incipiente como inestable. El primer momento en que pudo haberse logrado, se hundió con la usurpación de Victoriano Huerta, la Revolución Mexicana y el establecimiento de una dictadura de partido. El segundo está por hundirse con el sospechoso ascenso de Felipe Calderón a la Presidencia y la absurda guerra que desató contra el crimen.

Aunque uno y otro momentos tienen características diferentes –el primero fue burdo golpe de Estado que concluyó en la guerra y el establecimiento del poder del grupo de Sonora sobre los cadáveres de sus enemigos; el segundo, cuyas consecuencias aún no vemos, se fincó en un juego mediático y de manipulación de votos, que derivó en una guerra contra el crimen, en la ingobernabilidad y en un conjunto de facciones políticas, llamadas partidos, que se disputan no el gobierno, sino el poder para administrar esa misma ingobernabilidad–, ambos muestran que la crisis de nuestra democracia tiene que ver con la ilegitimidad.

Cuando no hay legitimidad –ya sea por usurpación violenta o por fraude electoral–, no hay manera de consensuar. Se gobierna con la fuerza o se vive la guerra. Calderón decidió gobernar con las dos: inventó una guerra para gobernar con la fuerza. Pero, al igual que Huerta, terminó rodeado por la guerra. El primero huyó –las razones políticas de las facciones que se le opusieron eran tan moralmente sólidas, y la poca fuerza armada que tenía a su lado tan débil, que no había forma de permanecer–.

Calderón no lo ha hecho. Las razones de su guerra son absurdas en el orden político, pero moralmente correctas. Sin embargo, las consecuencias son igualmente atroces. En medio de una guerra que día con día se le va de las manos y cuyos costos son cada vez más espantosos; en medio también de su incapacidad para generar consensos políticos, el país no sólo vive el horror de los enfrentamientos entre los cárteles y los que éstos libran contra el Ejército y la policía, sino también el horror de las guerras mediáticas de los faccionalismos partidistas. Lo que en la época de Huerta era, para decirlo con Emilio Rabasa, La Bola, que luchaba por conquistar una grandeza negada: la democracia, en la de Calderón es una Bola sin rostro que lucha por lo más pueril: el poder y el dinero.

En esas condiciones, 2012 se anuncia atroz. ¿Habrá condiciones para un ejercicio verdaderamente democrático que lleve al poder no sólo a un presidente legítimo, sino capaz de hacer los consensos político que requiere el país y pacificarlo? ¿Surgirá, en medio de la ingobernabilidad, la tentación en Calderón de crear un estado de excepción y, a la manera de Fujimori, intentar prolongar su estancia en el poder? ¿O esa tentación surgirá en el mismo Ejército que, imposibilitado para tener un marco legal en esta guerra, querrá tomar su propio camino? ¿El crimen organizado logrará penetrar de tal forma las filas del gobierno y de los partidos políticos que lo que tendremos será un presidente coludido con la barbarie? ¿Asistiremos –como sucedió bajo las consecuencias de la usurpación de Huerta– al ascenso de un grupo de poder que se perpetuará en él mediante la corrupción y la fuerza o, en otras palabras, veremos el retorno de un PRI que administrará la corrupción de las instituciones que creó y que la mediocridad de Fox no supo cómo desmantelar y refundar? ¿Qué sucederá con la izquierda que no logra reunirse; con los grupos disidentes que, como la izquierda de AMLO, el zapatismo chiapaneco o las guerrillas radicales, tienen aún un proyecto político? ¿Cómo jugarán sus cartas en medio de esta Bola más oscura que la de los tiempos de la Revolución?

Es imposible decirlo. Las consecuencias de la ilegitimidad abren un panorama sombrío que no anuncia un futuro promisorio para la democracia y la reconstrucción de un país que entró en el caos.

El lector, sin embargo, tendrá sus esperanzas. La mía es tan incierta y absurda como la de cualquier otro que en medio de la oscuridad del país camina a tientas en busca de una puerta, mientras imagina cómo puede llegar a ella: creo, después de escuchar las conclusiones de los “Diálogos por la Seguridad” a los que convocó Calderón, que su estancia en el poder es más dañina que su ausencia. Calderón debería irse, o bien, las Cámaras debieran destituirlo y colocar en su lugar a un presidente interino cuya legitimidad permitiera crear los consensos que salvaran la vida democrática y las elecciones del 2012. Esos hombres aún existen en nuestra vida política. Sin embargo, ¿las facciones tendrían el valor y la estatura moral de hacerlo? y, en ese caso, ¿tendrían –lo que no tuvieron los hombres de la Convención de Aguascalientes– la altura política para respetarlo y respaldarlo?

¿Quién podría saberlo? Sin embrago, prefiero hacer un esfuerzo de razón que aceptar una política de poder cuya ilegitimidad nos tiene sin sueño. Una buena regla de conducta es pensar que aún hay espíritus libres que pueden encontrar una salida razonable a lo irracional.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar todos los presos de la APPO y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.

viernes, 17 de septiembre de 2010

LOS HEROES DEL BICENTENARIO


MUERA EL MAL GOBIERNO

Muera el mal gobierno!
Álvaro Delgado



MÉXICO, D.F., 13 de septiembre (apro).- Nadie ama a su patria por ser grande sino porque es suya, decía Séneca, y por eso, al cumplirse 200 años del inicio de la gesta de Independencia, es válido exclamar que viva México, pero también se impone gritar, con indignación, la proclama de Miguel Hidalgo: “¡Muera el mal gobierno!”

Sí, muera el mal gobierno, porque los sustitutos del priato han dado a los mexicanos en una década más de lo mismo.

Porque, de ser echado el PAN de Los Pinos en 2012, seguirá administrándose la misma dosis.

Porque, como partido de derecha, no tiene proyecto de nación, sino de facción.

Muera el mal gobierno, porque Felipe Calderón comete la insolencia de sentirse la patria.

Porque incumplió su compromiso de moderar la opulencia y la indigencia.

Porque el alza de impuestos y la creación de nuevos, así como los incrementos en precios de gasolinas y la electricidad, perjudican a los más pobres.

Porque se somete a la opulenta élite y le permite no pagar multimillonarios impuestos.

Porque se sigue arrojando al infierno de la pobreza a más de la mitad de los mexicanos y se sigue acumulando fortunas al amparo del poder.

Muera el mal gobierno, porque la corrupción y la impunidad lo han penetrado hasta la médula.

Porque vale más las complicidades con Juan Molinar y el parentesco con Margarita Zavala que la vida de 49 bebés de la guardería ABC.

Porque han empujado al tobogán del olvido y la impunidad los asesinatos de los niños Almanza, de los 15 adolescentes en una fiesta en Ciudad Juárez, de los dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey, de la señora Gabriela Pintado Terroba…

Porque la comisionada del Instituto Nacional de Migración (INM), Cecilia Romero, se mantiene en el puesto sobre los cadáveres de 72 indocumentados asesinados en Tamaulipas.

Porque desprecia a Diego Fernández de Cevallos y no quiere aclarar su secuestro.

Porque su “guerra” ha producido carnicerías cotidianas que ya superan los 30 mil muertos.

Porque mientras combate a cárteles “malos”, como Los Zetas, los que encabezan el “bueno”, Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada, pasean por donde les da la gana.

Porque los engaños sobre la captura de Edgar Valdés, La Barbie, sólo ratifican lo que sustenta al grupo gobernante: La mentira.

Muera el mal gobierno porque se entrega el patrimonio nacional a los magnates Germán Larrea, del Grupo México, y Emilio Azcárraga, de Televisa.

Porque Televisa ya no es sólo la secretaría de Educación, sino el suprapoder nacional.

Porque no sólo el crimen silencia a los medios de comunicación, sino el dinero público a carretadas y ha vuelto alcahuetes a periodistas que hasta se muestran como honorables.

Porque la militarización de la República, que la propaganda oficial y oficiosa atribuye a la “valentía” de Calderón, esconde los apetitos de represión.

Porque cada que Calderón convoca a la unidad, hace todo para dinamitarla.

Muera el mal gobierno, porque en la opulenta banalidad del Bicentenario exhibe que confunde lo grandiosos con lo grandote.

Porque, ignorante, quiso liquidar a Pedro Moreno y Víctor Rosales como héroes de la Independencia.

Porque, supremo ignorante de la historia, ha dejado en el olvido y en el abandono a sitios clave de la Independencia y desdeña la Revolución.

Porque, al fin fanático, se somete al clero vociferante que excomulgó a los insurgentes.

Muera el mal gobierno, porque, en vez de editar masivamente Los Sentimientos de la Nación, presentados por José María Morelos y Pavón el 14 de septiembre de 1813, para discutir su vigencia, Calderón hizo escribir la historia a su conveniencia y, sobre todo, sepultar la fraudulenta elección de 2006.

En Historia de México, el libro editada por el Fondo de Cultura Económica (FCE) que se pretende sea la historia oficial del panismo, hay por lo menos un capítulo falaz. Es el titulado “México contemporáneo (1988-2008)”, cuyo autor contratado por el gobierno de Calderón, Enrique Krauze, describe que la elección de 2006 fue impecable:

“En los meses anteriores a la elección del 6 de julio de 2006 el país se polarizó entre los partidarios del Peje (sic) y sus críticos. El propio político tabasqueño, creyendo que su ventaja era definitiva, cometió varios errores tácticos que a la postre, para sorpresa general, determinaron su derrota ante Calderón por estrechísimo margen. Durante el último semestre de 2006 (el periodo de la elección y la toma de posesión) el país vivió momentos de peligrosa tensión, pero la civilidad privó sobre la provocación y las amenazas de violencia. El 1 de diciembre de 2006, Felipe Calderón tomó posesión y dio inicio al segundo periodo presidencial del PAN.”

Y enseguida, el autor colma de elogios a Calderón:

“De un estilo discreto y ejecutivo que contrasta vivamente con el de su antecesor, Calderón se propuso asumir y enfrentar una guerra que México había postergado por demasiado tiempo: La lucha frontal contra el crimen organizado.”

Muera el mal gobierno, en fin, porque la propaganda multimillonaria de Calderón ya tiene hartos a los mexicanos, a los que desprecia.

Aun así, no es hora de guardar silencio. ¡Viva México! ¡Muera el mal gobierno…!



delgado@proceso.com.mx

sábado, 11 de septiembre de 2010

Qué festejar


Sabina Berman


La Patria no es un fulgor abstracto. Tampoco el fulgor de los huesos de los hombres fuertes del pasado. No puede ser la esperanza de una Patria mejor, segura y justa que los anuncios mercadotécnicos del gobierno federal nos invitan a soñar despiertos, como si alucinar fuese una actividad patriótica. Ni ha de ser el chisporroteo de juegos pirotécnicos en la plaza pública: por maravillosos que sean, y lo serán, serán fugaces.

La Patria es hoy. Es diaria y es real y es tangible. Es eso que nos une, lo deseemos o lo deploremos. Es eso que no tiene dueño particular y es de todos: lo nuestro. Es el bien común, y también, por desgracia, el mal común.

No es entonces casual que muchos nos encontremos con los corazones atribulados por la incertidumbre de salir este septiembre de nuestras casas a festejar. Festejar qué de la Patria, nos preguntamos, y cómo no deplorar mucho.

Porque el mal común de nuestro tiempo es grande y peligroso. Esta guerra civil que llegó puntual según las profecías numerológicas, pero que no es la guerra de clases sociales que tanto temíamos, sino una harto peor. Una guerra sin ideología y sin héroes. Una guerra que ha invadido con sus armas y explosiones la tercera parte del territorio ha borrado el optimismo en el país completo y se cuela hasta lo más íntimo de cada uno de nosotros, cuando los truhanes roban nuestras casas, secuestran a nuestros seres amados, nos hurtan nuestros patrimonios y, sin tener a donde acudir para exigir justicia, quedamos llenos de impotencia y odio.

Sincerémonos: Del otro lado de las barricadas, del otro lado de la barbarie de esta guerra, más allá de nuestra rabia, ahí donde la vida se esfuerza en trascurrir civilmente, tampoco podemos reposar, y es que ahí otro mal, menos mortífero pero sí corrosivo, nos envenena. El encono. La discordia.

Dice Aristóteles: “La discordia es un estado de cosas en que cada uno toma del bien común lo más que puede y regresa lo menos posible”.

Ojeemos nuestra pirámide social. Primero a nuestros ricos. Hay pocas economías grandes con ricos tan ingratos como los nuestros. El hombre más rico del mundo nos vende, en su país, una de la bandas anchas de internet más lentas del planeta y a cambio nos cobra una de las rentas más altas. Cemex, que lleva en su nombre el nombre de México, ordeña el mercado nacional para sufragar su globalización: acá vende más caro que en ningún otro sitio el cemento. Nuestros grandes bancos (bueno, es un decir, los bancos transnacionales que acá operan) consideran sus sucursales mexicanas las joyas entre sus garbanzos: acá pagan poco el ahorro, cobran cada servicio y cada error al usuario, y prestan muy caro; y así, acá han condenado a una generación de empresarios incipientes al estancamiento de sus sueños.

De nuestra clase política qué decir sino lo consabido. Cada facción vigila a la otra para estorbarla y ninguna cede un ápice a la cooperación. Y cada facción, ocupada por conseguir para sí más poder, extravía la misión que la llegada de la democracia le imponía a esta generación de políticos: la edificación de un Estado que con leyes, jueces y maestros protegiera y agrandara el bien común.

Reina la discordia en la punta de nuestra pirámide social. La discordia que viene de la abundancia acaparada. Del bien común saqueado y vuelto a saquear. Y, como fiel reflejo, los corazones de los ciudadanos se encuentran en disputa, indecisos en salir a la plaza pública a festejar ese campo de batalla llamado Patria.



2.

Y sin embargo, algo más sucede en los márgenes del odio y la barbarie. Algo menos publicitado, más despacioso, algo luminoso que serena los corazones.

Nuestras universidades públicas han vuelto a ser el espacio de la discusión informada de realidad. Hoy nuestros sabios universitarios tutelan tradiciones mexicanas en la arqueología, en la antropología, en la medicina, en la arquitectura, en la biología, para nombrar las más visibles. Hoy vemos erguirse, aunque entre tirones para impedirlo, a una Suprema Corte de Justicia autónoma por primera vez en nuestra historia.

Hoy en unas cuantas porciones de México se embellecen las plazas públicas. Se remozan las calles. Se venden o rentan a precios sensatos bicicletas y motocicletas, para preservar el aire. Se repueblan el Mar de Cortés y el Mar Caribe mexicano gracias a ciencia mexicana. Hoy trabaja con paciencia y poco interés de los medios masivos la generación de artistas y escritores más numerosa de nuestra historia –y también, hay que reconocerlo, la más apoyada por el Estado–. Hoy se han abierto varias colecciones de arte de empresas nacionales a los ciudadanos, como la Colección Coppel o la Colección Jumex. Francisco Toledo y Proax siguen expandiendo la belleza por Oaxaca. Las series de la televisión pública y privada cada temporada tienen mejor factura y más relevancia. El cine vive ya 10 años de auge. Un patronato de empresarios y un equipo de ecologistas protege y desarrolla las 18 hectáreas de la reserva natural Montes Azules.

Hoy la sociedad civil sigue armando sus organizaciones. Semillas dona millones de pesos a los grupos de mujeres que trabajan en mejorar la vida de las mujeres. Las Libres de Guanajuato donan su eficacia profesional para defender gratuitamente a mujeres encarceladas por ser mujeres. Miles de mexicanos cabildean los derechos de los mexicanos de capacidades y preferencias distintas.

¿Qué festejar este septiembre? A esos mexicanos de corazones enteros. Esos mexicanos que practican la generosidad civil: que ensanchan la Patria y no la roban, regidos por una exigencia personal de nobleza. La nobleza: los actos que a nadie quitan y a todos benefician. La definición es otra vez de Aristóteles.

Esos mexicanos son los héroes de nuestro presente. Rodeados de violencia, infunden a nuestra realidad la concordia y marcan un camino a seguir. Si emulándolos lográramos un pacto ciudadano para enriquecer el bien común; si cada mexicano, rico o pobre, diera un paso adelante para aumentar lo que es de todos, estaríamos en camino de escapar de lo que hoy es nuestro mal común: la discordia, y su prolongación por medios físicos: la guerra.



(*) Este texto se publica en la edición 1766 de la revista Proceso, ya en circulación.

Televisa-Reforma: Ataques con trasfondo


Inesperada y virulentamente, Televisa emprendió la semana pasada una campaña de desprestigio contra el Grupo Reforma, basada en una hipócrita denuncia de los anuncios clasificados que publicitan servicios sexuales y que aparecen en las páginas de sus periódicos, en particular los que circulan en la Ciudad de México, Reforma y Metro. El trasfondo de los ataques es de índole muy distinta y tiene que ver con la molestia del poder, que ha dado todo tipo de prebendas al consorcio televisivo, por la conducta del dueño, presidente y director general del grupo editorial, Alejandro Junco de la Vega, que decidió radicar en el extranjero por la inseguridad que se vive en México. En realidad, Televisa, al que Reforma atribuyó haber sido beneficiario de la “ganga” que le permitió obtener dos licitaciones clave en materia de telecomunicaciones, sólo ha sido un instrumento…

MÉXICO, D.F., 11 de septiembre (Proceso).- Cuando Alejandro Junco de la Vega decidió autoexiliarse en 2008 por razones relativas a su seguridad y la de su familia, el dueño y presidente del Grupo Reforma ponía la primera piedra en el hígado del máximo poder que hoy, a través del consorcio de comunicaciones consentido del momento, Televisa, ha colocado a la editorial regiomontana como blanco de una inusitada y virulenta campaña de desprestigio.

En los últimos meses, muchos habitantes de Monterrey –de los más pudientes, por supuesto– atravesaron la frontera norte en busca de un paraíso que sustituyera al que el crimen organizado les arrebató inesperada y violentamente.

Pero el primero que huyó, entre los más prominentes, fue Junco de la Vega.

“Quien se va de Monterrey es un cobarde”, escribió el 29 de agosto en su cuenta de Twitter el presidente y director de Cementos Mexicanos, Lorenzo Zambrano. El magnate regiomontano convocaba a “luchar por lo que creemos. Tenemos que retomar nuestra gran ciudad”.

En menos de dos días la cuenta de Zambrano en esa red social sumó 13 mil 315 seguidores y contribuyó a desatar una campaña en los espacios informativos de Televisa contra el empresario Alejandro Junco de la Vega, cabeza del Grupo Reforma, y contra los periódicos de esa corporación.

La campaña a la que Televisa dio voz y pantalla se inició sutilmente el 30 de agosto, el mismo día que se anunció la detención de Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, y en vísperas del cuarto informe de gobierno de Felipe Calderón Hinojosa.

A los 20 minutos de iniciado El Noticiero se aludió al mensaje de Zambrano. El conductor Joaquín López Dóriga contextualizó así:

“Y no es que sean muchos los hombres de negocios que se han ido de Monterrey, pero sí son conocidos. Es el caso del dueño de los periódicos El Norte y Reforma, Alejandro Junco, que es de los que abandonaron Monterrey para irse a refugiar a Texas, donde vive en su residencia de Austin.

Extracto del reportaje que se publica en la edición 1767 de la revista Proceso, ya en circulación.

Bicentenario de un Estado fallido


Bicentenario de un Estado fallido
Jorge Carrasco Araizaga



MÈXICO, D.F., 10 de septiembre (apro).- La convicción es generalizada: no hay nada que celebrar. Los 200 años del surgimiento de México como nación nos alcanzaron en medio de una severa crisis del Estado mexicano. Los mexicanos lo padecemos y el mundo es testigo. Pobreza endémica, violencia inusitada, corrupción atávica y una desigualdad que avasalla en cualquier lugar del territorio, son expresiones de la debilidad en que se encuentra el Estado mexicano del siglo XXI. De las guerras intestinas del siglo XIX que costaron la mitad del territorio a la dictadura porfirista y del régimen autoritario del PRI que predominó en el siglo XX a la alternancia pactada de ese partido con el PAN, el Estado que se gestó hace dos siglos ha sido incapaz de generar uno de sus componentes básicos: la ciudadanía. México tiene casi 110 millones de habitantes, pero más del 60 por ciento es una masa que apenas sobrevive. Y muchos millones de los que satisfacen con creces sus necesidades básicas constituyen otra masa más preocupada en diferenciarse de la otra. La falta de ciudadanía permite y explica a una elite política y económica que en dos siglos ha dispuesto de los recursos de la nación sin someterse a un control real y efectivo. Su voracidad y trapacerías explican en buena medida la impunidad histórica de México. La clase media que el autoritarismo priista tuvo como válvula de escape ha sido avasallada en los tiempos de la alternancia, al tiempo que los poderes formales del Estado son cada vez más ricos. Es el costo de la democracia, dicen. La creciente disposición de recursos por parte del Ejecutivo, Legislativo y Judicial no ha significado tampoco el desarrollo de ciudadanía, sino de una masa burocrática, cuyas elites se procuran jugosos beneficios sin más méritos que su capacidad de apropiarse lo que por derecho no es suyo. Sindicatos, partidos políticos y aparatos locales de poder son parte de ese esquema. El abandono del modelo solidario de desarrollo y la entrega de los recursos y bienes nacionales a privados nacionales y extranjeros, ha atentado también contra la formación de ciudadanos. En tales condiciones, el bicentenario Estado mexicano generó su propio veneno: los poderes fácticos, representados por el narcotráfico y la televisión. A manos del narcotráfico, el Estado mexicano ha dejado de tener presencia en crecientes zonas territoriales en todo el país. Además de territorio, otro de los componentes que explican a un Estado, el de México ha perdido a miles de personas que viven en torno a la ilegalidad y la violencia. Ante la televisión, los Poderes del Estado han perdido autoridad. Están sometidos a la dictadura de la pantalla. Beligerante, la televisión desafía y hace sentir su fuerza cuando se trata de que prevalezcan sus intereses, a costa de los de la nación. Forma y deforma, también en detrimento de la ciudadanía. El Estado tampoco se explica sin la condición primordial de su surgimiento: el de garantizar la integridad de las personas y la posesión de sus bienes. Es su obligación de seguridad pública. Pero los 28 mil muertos que van en la "guerra al narcotráfico" del gobierno de Felipe Calderón hablan de un problema mayor: el de su incapacidad para garantizar la seguridad nacional. La llamada estrategia contra las drogas, además, ha sido costosa para la dignidad de las personas. Otra función primordial del Estado es garantizar el respeto a los derechos humanos y en eso tampoco se ha consolidado en México en sus dos siglos de existencia. jcarrasco@proceso.com.mx