martes, 29 de abril de 2008

PERIODISMO EN LA SANGRE






Mónica González, Periodista
Nos parece que es la mejor forma de presentarla. Esta mujer de 57 años, mirada poderosa y hablar claro y directo, es una periodista en sentido nato. Un desayuno fue suficiente para darnos cuenta porqué González fue injustamente perseguida, maltratada y encarcelada por el régimen pinochetista. Pero también porqué fue multipremiada. Su historia sintetiza el compromiso por la búsqueda de la verdad, en definitiva la única forma que existe de ser consecuente con la naturaleza misma de la profesión.


Mario Albera.

Mónica González Mujica es pura fibra.

Sus ojos claros se encienden cuando habla, sus manos acompañan la palabra y todo su cuerpo parece interpelarlo a uno . Es una mujer que transmite fuerza, temperamento, y sobre todo, disfrute por lo que hace. Decir que lleva el periodismo en la sangre, es tan cierto como que es un lugar común decirlo. Los premios y la trayectoria lo acreeditan. Y sobre todo una vida agitada, con un pasado de persecuciones, encarcelamientos, exilio, atentados contra su vida; todo por buscar y difundir la verdad.

Pero me gustaría destacar algo de esta hija de un ferroviario: su humildad y sensibilidad. Trata a uno como a un igual. Es la impresión que me dejó tras compartir con ella y otros colegas de medios locales, un desayuno convocado por Fundación Avina. González habla claro, sencillo y directo, y cuando tiene que putear para subrayar algo, lo hace. Sin preámbulos ni falso pudor.

Para empezar a presentar a esta periodista chilena podría decirse que fue la que denunció y ayudó a esclarecer los crímenes de la dictadura pinochetista y la primera en demostrar el costado corrupto de la máquina homicida instaurada por el difundo dictador (Qué Dios no lo tenga en la gloria)

Fue ella, al regreso de su exilio en Francia, la que reveló la inmoralidad de un régimen que mientras secuestraba, torturaba y asesinaba a los disidentes políticos y los que no lo eran, construía fastuosas residencias en los barrios más selectos de Santiago de Chile con dinero público y en el marco de operaciones inmobiliarias nada santas. Su investigación fue profética, ya que años más tarde se confirmaría la fortuna que el dictador tenía depositada en cuentas del exterior.

González hoy disfruta de la comodidad del reconocimiento público. Es corresponsal de Clarín, en Chile; ha sido multipremiada; y ha logrado que un grupo empresario de comunicación apoye la creación de un centro de formación e investigación periodística, a su cargo. Todo un logro para alguien a quien el mundo de los negocios siempre miró con desconfianza, como un bicho peligroso para el sistema. "Era una roja para ellos", dice, en alusión al grupo Copesa (Consorcio Periodístico Chileno), que entre otras publicaciones edita el diario La Tercera. "Ellos confiaron en este centro", destaca.

Habla de la actualidad del periodismo. De lo mal que está repartida la torta de publicidad oficial en Chile -al igual que aquí- y de la profesión en sí. "El periodismo es más afecto a denunciar que a investigar", afirma. "En vez de denunciar al Estado porque un chico está en la calle, hay que tomarse el trabajo de ver porqué no funcionan las organizaciones que deberían ocuparse de la niñez", dice. Menos internet y notas por teléfono y más calle, es su lema.



González dijo en una entrevista que no eligió el periodismo por gusto sino como una necesidad para cambiar el estado de las cosas. Es decir, la pesadilla pinochetista. Le pregunto ahora si tiene nostalgia de ese periodismo militante. Me dice que no. "Tengo 57 años y no tengo ninguna nostalgia. Sólo sé que fui muy feliz como mujer en aquella época, que amé y fui madre intensamente, pero de ese periodismo no tengo ninguna nostalgia porque no estaba bien hecho. Era un periodismo odioso. Hoy día tengo la maravillosa posibilidad de hacer un periodismo punzante y agudo, sin ser odioso".

Fue varias veces encarcelada. Incluso quisieron atentar contra su vida. Leí, por ejemplo, que una bomba puesta en su vehículo explotó apenas terminaba de bajarse. Esas eran amenazas directas. Pero también hubo de las otras. Al regresar de su exilio y cómo no había espacio donde escribir libremente, mantenía a sus hijas trabajando de otra cosa -por caso, fue empleada de Falabella, la firma trasandina de artículos del hogar- y en todos terminaba siendo despedida por presiones ejercidas por los servicios de inteligencia del estado. Así que sabe lo que representan las marcas del pasado.

Le pido entonces una impresión sobre la actitud del presidente argentino Néstor Kirchner de apelar constantemente al pasado como recurso de acumulación de poder y si se quiere, como recurso electoralista. Aclarando, no obstante, que compartimos el impulso dado por esta gestión para que se investigue la verdad y se juzgue a los culpables que ejercieron terrorismo en nombre del Estado.

Dice González: "Es muy importante apelar al pasado, porque la memoria es importante, pero no para reivindicar los muertos que ya están muertos y no pueden reclamar más nada, sino para no volver a repetir los hechos. Pero creo que hablar del pasado sin hablar de los derechos humanos del presente, no tiene sentido. Si eres consecuente con tu discurso tienes que apostar a transformar las violaciones de los derechos humanos del presente. Eso significa atacar la pobreza, hacer un sistema que castigue a los violadores y abusadores de niños, hacer un sistema que castigue a los grandes golpeadores de mujeres, hacer un sistema que castigue a quienes engañan y trafican con los sueños de los trabajadores. Para mí los derechos humanos pasan hoy porque un trabajador tenga derecho al placer".

Me dice que el "modelo chileno", que tanto la centroizquierda como la centroderecha de nuestro país suelen poner como ejemplo a imitar, es ciertamente una farsa. Dice que es de "perversos" poner como ejemplo un modelo que polarizó la riqueza y que si bien tiene algunas políticas públicas que funcionan bien, la fiscalización de esas políticas es deplorable. "Hablan de las pymes y del modelo pyme chileno, y un día hice una investigación en donde demostré que es un modelo que se basa en la explotación del trabajador. Los trabajadores son mano de obra barata y los tienen hacinados", cuenta.

Cómo no le va a gustar ese modelo a la derecha -dice- "si no hay conflicto social". El sistema funciona con sus "cerrojos" a la perfección para mantener controlada la protesta social.

En un correo electrónico posterior a la publicación de esta nota, Mónica aclara: "No pienso que todo se esté haciendo mal en Chile. De hecho, el haber bajado la pobreza al 13,7% es un gran avance. El problema es que hay que dar el salto para atacar la pobreza dura (indigencia) y también para
mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que sí se ha deteriorado mucho por las extenuantes jornadas de trabajo sin remuneración acorde. Son dos cosas dstintas, creo".

Sí destaca, al momento de comparar la transición democrática, que en su país ese proceso tuvo una sólida base institucional que sí faltó en el nuestro. "Argentina no ha sido nunca capaz de institucionalizar el proceso de transición, sus instituciones son cada día más débiles. Así, la democracia es absolutamente vulnerable, sobre todo para los derechos de sus ciudadanos. No entiendo cómo la clase política argentina no se aboca a solucionar un problema que la atañe como principal responsable", afirma crítica González.

Me quedo con tres reflexiones suyas vinculadas al periodismo:

- "Dicen que a los lectores hay que darles lo que piden. Con los años aprendí que hay que darles lo que piden, pero eso significa darles lo que no tienen ganas de escuchar". (En rigor, es de Álvaro Saieh, el empresario dueño de un grupo económico poderoso en Chile que tiene una empresa de medios de comunicación que edita los diarios La Tercera y La Cuarta y radios).

- "No hay que disculparse cuando se dice la verdad".

- "Ser periodista es desconfiar de todo"

Termina la charla. González nos da un abrazo cálido a todos y nos deja su dirección de e-mail para que la consultemos cuando la necesitemos.

Lo haremos.