jueves, 29 de mayo de 2008

ENTRAMPADOS


Entrampados
cecilia lavalle
México, D.F., 29 de mayo (apro).- Nuestro país está entrampado. Estamos en una trampa de la que, en la lógica actual, no hay manera de salir ganando. El Ejército haciéndose cargo de tareas civiles. ¿Con la lógica del Ejército o con la lógica de civiles?

Desde que el gobierno de Felipe Calderón decidió dar el mando al Ejército mexicano para combatir el narcotráfico, los derechos humanos se han quedado en una especie de limbo.

La lógica del Ejército es la lógica de la guerra. Sin embargo, no se ha declarado formalmente una zona de guerra. No se ha delimitado el territorio de guerra. No se ha avisado a la población que las zonas ocupadas por el Ejército son zonas en guerra y que, por tanto, sus derechos humanos corren graves riesgos.

En vez de eso, se hace de cuenta que se pueden mantener las dos lógicas. La lógica de la guerra y la lógica del respeto a los derechos humanos. La lógica del combate a la delincuencia realizado por militares, pero con reglas para civiles.

Así las cosas, sólo en lo que va de la administración de Felipe Calderón, el Ejército mexicano ha acumulado 634 quejas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la mayoría por abuso indebido de la función pública, por cateos y visitas domiciliares ilegales y, por trato, cruel y degradante.

Así las cosas, la CNDH sólo ha emitido seis (sí, leyó bien, seis) recomendaciones. Así las cosas, estamos entrampados.

El director para las Américas de Human Right Watch (HRW), José Miguel Vivanco, afirma que las recomendaciones emitidas por la CNDH generalmente concluyen en pedirles a los militares que se auto-investiguen. Y la jurisdicción militar en México no cuenta con la independencia necesaria para investigar y juzgar adecuadamente las violaciones a los derechos humanos cometidas por militares.

Total, los derechos humanos de las zonas en guerra, que no se han declarado zonas en guerra, están en el limbo. Y, sin lugar a duda, varios estados de la República son hoy zonas en guerra.

O cómo explicamos el arribo, la semana pasada, de mil 433 elementos del Ejército, con vehículos y aeronaves, a poblaciones de Sinaloa, como antes lo hicieron en otras entidades.

O cómo explicamos que militares hayan ocupado los más altos cargos de Seguridad Pública en Ciudad Juárez y en Sinaloa.

O cómo explicamos el toque de queda que se ha autoimpuesto la población de Ciudad Juárez este sábado. Corrió el rumor que sería el fin de semana más violento y se cerraron discotecas, bares y se cancelaron espectáculos y la corrida de toros.

¿Es o no una guerra? Si la respuesta es sí, ¿qué se está haciendo para proteger y poner a salvo a la población?, pregunto.

En este punto empiezan los silencios o las respuestas enternecedoras de autoridades de la CNDH.

La segunda visitadora general, Susana Pedroza, dijo: “Estamos optimistas, en el sentido de que los militares van a ser más cuidadosos y más respetuosos de la población” (Reforma, mayo 19).

Sí, optimista sí soy. Lo que quiero saber es qué se va a hacer cuando eso no suceda. Silencio. Peor todavía, hay una especie de ambiente censurador en el que al Ejército no se le puede tocar ni con el pétalo de una duda, ¿pues que no están salvando a la patria?

Y el punto no es si están haciendo o no lo que nadie en los últimos años había querido hacer, que es plantarse de frente contra el narcotráfico. El punto es que en el proceso se están cometiendo violaciones a los derechos humanos, y nadie quiere hacerse cargo de ello.

Así que estamos entrampados. Si el Ejército deja de ocuparse del combate al narcotráfico, estamos en un lío. Si continúa ocupándose, seguirán cometiéndose violaciones a los derechos humanos. No tendría que ser así necesariamente. Pero así será. La CNDH es optimista. Y la jurisdicción militar carece de la independencia necesaria.

Por si fuera poco, todo indica que por heroicas que sean las actuaciones de nuestro Ejército, no se va a llegar muy lejos en este combate.

En un artículo de Carmen Aristegui (Reforma, mayo 23), especialistas internacionales afirman que a menos que a la par del ataque a las cúpulas del narcotráfico y a sus brazos armados, se ataquen sus redes financieras y se combata la protección política de la que gozan, vamos por mal camino.

Le digo, estamos entrampados.