miércoles, 28 de mayo de 2008

LAS MENTIRAS OFICIALES

El verdadero cartel
jenaro villamil
México, D.F., 15 de mayo (apro).- ¿Cuál es el verdadero cártel del narcotráfico en México? La pregunta resulta cada vez más pertinente en la medida que la historia de los últimos 30 años vuelve a reeditarse ahora con un costo en vidas cada vez más elevado: vendettas internas que provocan una situación de pánico social en Sinaloa, Guerrero y Ciudad Juárez; un discurso airado del primer mandatario Felipe Calderón que le reprocha con un “¡ya basta!” a los medios que cumplan con su principal función social: informar.

Un guión oculto se escribe y se difunde cada determinado tiempo para que creamos o percibamos que la guerra desatada se debe a un pleito al interior de la federación (la coalición de cárteles liderada por Joaquín El Chapo Guzmán, Arturo Beltrán Leyva y su familia, Vicente Carrillo Fuentes y los sobrevivientes del imperio del Señor de los Cielos) y algún otro grupo criminal.

Antes nos vendieron la versión de que se trataba de un pleito de La Federación en contra del cártel del Golfo, el emporio asentado en Nuevo Laredo, aliado con los Zetas y grupos regionales que controlan el trasiego de droga. Y en medio de estos enfrentamientos, la disputa histórica entre los Arellano Félix, dueños de la “ruta” de Tijuana, en contra de El Chapo Guzmán y el cártel de Juárez, la misma hipótesis que se difundió para explicar el asesinato a mansalva del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo y el crimen político en contra de Luis Donaldo Colosio, hace 14 años.



A pesar de estas versiones, la percepción social no cambia: el verdadero cártel está asentado sobre las estructuras gubernamentales, policiacas, militares y de poder económico –e incluso mediático-- que ha penetrado como la humedad hasta el corazón mismo del sistema mexicano y difícilmente se le enfrentará con bravatas discursivas, con un baño de sangre cada vez mayor o con operaciones policiaco-militares que resultan ser operativos encubiertos para “limpiar” las plazas a favor de algún capo, como está sucediendo en Ciudad Juárez.

Las autoridades policiacas insisten en vendernos historias de capos enfrentados, de redes criminales devenidas en sicarios, como si esta fuera la historia real del verdadero cartel mexicano. Algo similar ocurrió en Colombia. Tras la muerte del capo Pablo Escobar Gaviria y el desmantelamiento de sus rivales del cártel de Cali, resultó que el negocio del trasiego de la droga y los enormes volúmenes de recursos y la violencia consecuente no han disminuido.

La dinámica de cartelización está dominando prácticamente todos los ámbitos de la política y de la economía en el país. Los gobiernos estatales ya no se explican en función de su signo partidista, sino en relación con las “rutas” y los “capos” que protegen. Los grupos económicos confrontados –como los encabezados por Carlos Slim y Roberto Hernández-- actúan bajo la lógica de cárteles ahora expandidos al negocio de las telecomunicaciones.

Incluso, al interior de los partidos políticos –léase la guerra permanente de las “tribus” del PRD-- cada grupo actúa como una banda que controla, al igual que los cárteles, su propio territorio, sus clientelas, su estructura burocrática y millonarios recursos. Hasta las estructuras de la jerarquía católica actúan bajo la lógica de capos, cárteles y territorios. Los expresidentes del país, como los casos recientes de Carlos Salinas y Vicente Fox, salen a escena con la parafernalia de capos que defienden sus espacios reales y simbólicos de poder.

¿Quiere decir esto que el comercio ilegal de la droga ha penetrado en todos los ámbitos de la vida nacional? No necesariamente. Más bien quiere decir que el narcopoder ha dejado su impronta en una forma de cultura política y de normalización de la ilegalidad y la impunidad que constituyen la amenaza más profunda. Hay una especie de “victoria cultural” del narcotráfico frente a la derrota de la transición democrática mexicana. Esto es lo más preocupante.

El verdadero cártel al que nos enfrentamos no se agota en el nombre de un capo. Ni siquiera es fácil ubicar un rostro o un nombre que domine toda la complejidad de este negocio ilegal. El verdadero cartel son nuestras estructuras de poder enfrentadas ahora en una guerra cada vez más abierta y violenta.

El desenlace de esta guerra no es difícil de predecir: una crisis política mayor y la ausencia de salidas inmediatas, menos si se basan sólo en el uso de la fuerza militar.