martes, 2 de febrero de 2010

LA GUERRA POR JUAREZ

Armando Ponce


MÉXICO, D.F., 1 de febrero (apro).- ¿Cómo puede una ciudad ser el escenario de uno de los conflictos más cruentos en la historia de Latinoamérica?

A partir de esta pregunta se organiza una compilación que Alejandro Páez Varela realiza con textos periodísticos sobre el enfrentamiento entre el gobierno federal y los grupos criminales.

El escritor escogió materiales de siete periodistas chihuahuenses, incluido él, para conformar el libro La guerra por Juárez, que Editorial Planeta circula en su colección “Temas de Hoy”.

El libro se subtitula “El sangriento corazón de la tragedia nacional”, y los autores son: Ignacio Alvarado Alvarez, Miguel Angel Chávez Díaz de León, Enrique Lomas Urista, José Pérez Espino, Sandra Rodríguez Nieto, y Marcela Turati, esta última reportera del semanario Proceso.

El siguiente es el fragmento inicial del prólogo, del coordinador, titulado Ciudad Juárez, la firma de un sexenio:

“Cuando el gobierno del presidente Felipe Calderón Hinojosa concluya, habrán muerto por lo menos treinta mil individuos en la guerra de las drogas. Y digo ‘por lo menos treinta mil’, porque una proyección con los datos acumulados de la primera mitad del sexenio (2006-2009), periodo en el que se basa este libro, podría arrojarnos una cifra muchísimo mayor. De manera tendencial, a causa de esta tragedia inédita, los mexicanos nos matamos en mayores cantidades semana tras semana, año tras año. La guerra parece no tener fin, o peor: tiende a complicarse, multiplicarse, extenderse y volverse más compleja.

“Como sucede en México, el sexenio acabará, los ciudadanos nos tragaremos los errores de los políticos en turno y ellos se irán sin ninguna responsabilidad a sus negocios, a sus mansiones. Pero esta vez quedarán los muertos. El sexenio de Calderón estará marcado por la sangre y no por triunfo alguno, porque no hay analista, sociólogo o especialista que crea que esta guerra será ganada por el Estado; la evidencia tampoco parece sugerirlo. Los muertos seguirán acumulándose incluso después de este presidente. Y resulta que casi un cincuenta por cierto de estos muertos caerá en Chihuahua y, principalmente, en Ciudad Juárez.

“Nunca hubo una matanza tan grotesca y tan sangrienta en este país. Nunca en el México moderno. Esta enorme cicatriz marcará a la nación en todas sus expresiones. Lo reflejarán en el futuro inmediato la sociedad, el periodismo, las artes, la literatura. Quedará para los libros de texto.

“Y por primera vez un presidente perderá el derecho a ser recordado por las obras realizadas en su propio terruño. Recordemos que Agualeguas apareció en el mapa por Carlos Salinas de Gortari. Celaya y sus vecindades estuvieron en la escena pública por Martha Sahagún y su esposo, Vicente Fox. Lo mismo pasó con Colima durante el mandato de Miguel de la Madrid. Aunque Ernesto Zedillo creció en Mexicali y en Pueblo Nuevo, nació en el Distrito Federal --como José López Portillo--, que no necesita un empujón porque guarda de por sí la importancia de ser la sede de los poderes federales.

“Esta vez, se recordará al jefe del Ejecutivo por sus ‘logros’ fuera de casa. Felipe Calderón Hinojosa pasará a la historia por Ciudad Juárez, ejemplo extremo del daño provocado por su estrategia fallida.

“Escribí hace unos meses en El Universal: ‘Imaginemos que la estrategia de la lucha contra los narcos fue al correcta. Que estamos equivocados, que insistimos en que llenar las calles de militares y empuñar las armas no era la respuesta, sino el trabajo de inteligencia contra los jefes de los cárteles y la investigación que lleve al arresto de la élite que lava los miles de millones de dólares sucios en el sistema financiero. Asumamos que los que pedimos programas sociales para rescatar a consumidores y a vendedores menores, así como una cruzada contra las adicciones, estamos en el rumbo equivocado. Digamos que esta guerra razonada, y que los que afirmamos que fue un arrebato populista (pensado por políticos adictos a la encuestas) estamos en el error.

“Así, por supuesto, cada muerto tendrá sentido. Esos agentes federales, esos ‘de a pie’; la tropa siempre tan sufrida; los civiles, los niños, los inocentes, la señora de la esquina, el señor que siempre fue honrado, los que pasaban por allí, todos, todos habrán muerto porque la patria y el futuro de ésta bien merece grandes sacrificios.

`Pero, ¿y si la estrategia de la guerra está equivocada? ¿Quién cargara con esos treinta mil muertos, producto de un error? ¿Se acaba el sexenio y todos a sus casas, así como así?’

‘Y si a pesar de las advertencias la guerra continúa como va, con vehículos artillados y ametralladoras en cada esquina; con helicópteros y cateos si órdenes de aprehensión; con crecientes quejas de violaciones a los derechos humanos. Si a pesar de las múltiples peticiones de que se revise la estrategia se le mantiene, aunque nunca se le gane al narco, ¿quién dará la cara a las treinta mil familias? y les dirá: ‘Esto pudo ser evitado. Disculpe usted.’

“En este libro participa un grupo de periodistas con reconocimiento público por su valentía y honradez. Reporteros todos ellos --incluido quien esto escribe-- de los principales medios nacionales y regionales (El Universal, Reforma, Día Siete, Proceso, El Diario de Juárez), los unes varias particularidades, entre otras ser juarenses por adopción y chihuahuebnses de origen (...)”.